La lluvia nos hizo uno

Te compartimos este relato que nos envió un lector.

 

Querido Penthouse:

 

Una noche de lluvia después del trabajo, una noche en la que la luna parecía ser mi confidente, la vi guarecerse de la tormenta. Ella ya estaba empapada con el agua que el cielo nos regalaba. La vi y sentí pena. Sus rizos ya eran lacios. Entonces, me tocó hacerle compañía afuera de la marquesina del la tienda de conveniencia. Encendí un cigarrillo para provocar algún tipo de calor en mí. De reojo notaba su mirada mientras su ropa escurría y su cuerpo tiritaba de frío. Yo, como buen caballero, le ofrecí un cigarro para que no sintiera tanto la humedad. Eso fue el parteaguas para entablar una plática fugaz al compás de la lluvia que no cesaba.

 

Después, tomé la iniciativa de invitarle un café, a pesar de que, si he de ser honesto, no soy fanático de esa bebida pero el clima lo ameritaba y sus ojos color marrón lo pedían a gritos.

 

le ofrecí mi chamarra, la cual tenía guardada para después de la lluvia

 

Lo que inicialmente era una plática en espera de que la lluvia cesara, se convirtió en un especie de cita, en la cual el calor del establecimiento y la bebida caliente ayudaban al cuerpo. Con café en mano, terminamos de presentarnos. Le dije que ya la había visto varios días antes por la oficina y ella me comentó que también me había visto saliendo del edificio donde trabajo. Sin mirar el reloj, nuestra plática se fue alargando. Yo estaba encantado de poder escuchar sobre su rutina diaria y su trabajo.

 

Confieso que no quería que dejáramos de platicar, pero la noche y los dueños de la cafetería marcaban otra pauta. Pedí la cuenta y luego de un silencio largo, ella tomó las riendas de la noche y me invitó a tomar un trago.

 

accedí sin pensarlo

 

Continuamos nuestro encuentro fortuito un bar, donde entre los gritos de la gente y la música, no podíamos escucharnos. Ella me dijo: “creo que fue mala idea venir a este lugar”, mientras le miraba los labios y pensaba las cosas más perversas. Después de dos tragos, decidimos salir a caminar por la zona. La armonía de nuestra plática, la cercanía de nuestros cuerpos al andar, y su intensa mirada, fueron las circunstancias perfectas para atreverme a dar el siguiente paso.

 

Se lo propuse pensando las cosas más locas e inimaginables. Accedió, adquirimos una botella de vino y llevamos la plática a un cuarto de hotel. No pasaron más de 10 minutos cuando de pronto, ella me besó.  Lo demás lo dejo a la imaginación. Sólo mencionaré que después de esa noche, no volví a saber de ella, por más que intenté coincidir en el lugar donde aquella noche la lluvia nos presentó.

 

Hoy, sólo queda el recuerdo de lo que hicimos esa noche.

Escribo y lo que surja.