Masturbación, conexión divina

En el enorme pero discreto mundo del orgasmo, un sinfín de juicios y verdades rondan el tema, pero solo una verdad es cierta: más allá de lo físico y mundano, hay una conexión profunda con tu ser.

Texto por Cassandra Pellecchia

 

 

Así como nunca nos enseñaron a masturbarnos como parte de nuestra educación sexual y de la manera de conectar con nuestros cuerpos, es como hemos sido privados del conocimiento del éxtasis más divino de nuestra existencia. Un momento perdido en un instante de segundo donde volvemos quizá al centro del ombligo del universo y ya no existe nada, nada más que ese momento.

Independientemente de la manera en la que hayamos aprendido a alcanzar el orgasmo, sea a través de los fetiches más obscuros, o de aquellos más dulces que el sabor a vainilla, la masturbación es una herramienta que, cuando deja de ser un medio con el fin de sanar las heridas o complacer la amargura, es la primera que nos enseña del placer a través de conectar con nuestro cuerpo, que cuando se une con nuestro aliento y respiración, nos lleva a algo que llaman los franceses “Le petite mort” o la “pequeña muerte”. Llámese apropiadamente al momento en el que rendimos el placer ante la vida, una entrega aún más religiosa que el mismo mártir.

Pero, ¿por qué es qué está tan mitificada esta práctica de autoexploración y conexión corporal?, y ni hablar de sexo por placer… Me encontré con ideas como la de Bataille, que explica que el orgasmo es un momento donde se rompen las barreras de la individualidad, y es así como entendería por qué hay sistemas que nos sobrellevan entre los pies: porque les hace temblar la mera idea de frotar nuestros cuerpos y rozar nuestras almas solo con el único fin de ser. Si verdaderamente hay una pérdida del yo, al fusionarme con el otro, el ego del individualismo deja de existir y me puedo reconocer como parte de un todo. Un todo donde me concierne lo que le arrebato al otro, o lo que tomo y quito de la tierra.

 

 

Es así como todo el proceso hacia el orgasmo deja de ser una experiencia puramente física y mundana y se vuelve más profundo, para mí, el querer explorar lo que hay ahí, quedarme un poquito más ahí, como si fuera una meditación profunda. El volver de ese estado tira todos mis estigmas religiosos y me hace querer cultivar una conciencia plena y conexión profunda con mi cuerpo durante la masturbación, para que la energía sexual fluya por todo mi ser, uniéndome con el mundo que me rodea y que cuando la comparta, sea en estados ampliados de conciencia y éxtasis, experimentando la existencia entrelazada con el cuerpo de la otra persona, a través de sus sentidos, sus emociones, sus sensaciones, en una percepción alterada de tiempo y espacio, en el eco de un gemido. 

En un momento de mi conversación con Paula Simons, que pueden escuchar en el podcast de #URINTRNTGF, platicábamos del terreno vulnerable donde te encuentras con la energía de la otra persona y de cómo usarlo como un momento de conexión y no como un fin mecánico. Pero también es un recordatorio hacia la masturbación, no solo como un acto de gratificación física, sino una puerta hacia una experiencia más profunda de autoconocimiento y autoexploración. Es esencial encontrar equilibrio entre el placer, la conexión y el respeto hacia uno mismo y la masturbación puede ser una oportunidad para poseer nuestro cuerpo y un acto de amor propio que nos permite experimentar la dicha y el rico del placer de existir.