El nuevo signo de poder: no poseer un auto
El automóvil ha sido una de las pruebas más visibles del éxito masculino. Tener coche propio equivalía a estabilidad, poder y llegada. Hoy, para muchos ejecutivos, empresarios y perfiles de alta responsabilidad, esa lógica empieza a verse obsoleta.

La masculinidad ejecutiva contemporánea ya no se define por la posesión, sino por la capacidad de decidir, moverse y adaptarse. En ese cambio de mentalidad, algo tan necesario como el vehículo deja de ser un símbolo fijo y se convierte en una herramienta estratégica.
Del “tener” al “usar”: un cambio cultural
Diversos estudios sobre consumo y gestión coinciden en una tendencia clara: el valor del acceso empieza a superar al de la propiedad, sobre todo cuando poseer implica costos ocultos, depreciación y rigidez operativa.
Escuelas de negocios han documentado cómo los modelos basados en uso, servicio y flexibilidad ganan terreno frente a la compra tradicional, especialmente entre perfiles empresariales y ejecutivos que priorizan eficiencia y control del riesgo.
En términos prácticos, la pregunta deja de ser “¿qué tengo?” y se convierte en “¿qué necesito hoy para operar mejor?”.

El costo real de poseer un vehículo
El romanticismo del coche propio suele ignorar un dato incómodo, que un automóvil pierde valor desde el momento en que se usa.
De acuerdo con el estudio Your Driving Costs 2025 de la Asociación Estadounidense del Automóvil (AAA), el costo promedio anual de poseer y operar un auto nuevo en Estados Unidos ronda los 12,000 dólares, considerando depreciación, mantenimiento, seguros y otros gastos operativos, es decir unos 200,000 pesos.
Kelley Blue Book, una de las referencias más utilizadas en valuación automotriz, señala que los autos nuevos sufren su mayor pérdida de valor durante los primeros años de uso, independientemente de la marca o segmento.
Aunque las cifras varían según el país y el tipo de vehículo, el principio es consistente: tener un auto no solo cuesta al comprarlo, también cuesta en tiempo, mantenimiento, trámites y pérdida de valor.

Cuando el poder es no poseer
En etapas tempranas, el vehículo puede ser una extensión personal. Pero cuando el rol cambia y se lideran equipos, proyectos o empresas, la movilidad deja de ser un asunto individual.
Mover a un equipo implica asegurar continuidad: que las unidades estén disponibles, que cuenten con mantenimiento, seguro y respaldo operativo. Aquí la movilidad se vuelve parte del liderazgo y de la responsabilidad, no del ego.
Bajo esta lógica, el arrendamiento vehicular deja de ser una alternativa “temporal” y se convierte en una decisión estructural. Permite ajustar el tipo de vehículo al momento del negocio, escalar o reducir operaciones y mantener previsibilidad financiera.
Soluciones llave en mano, que integran seguro, mantenimiento, entrega inmediata y cobertura nacional, responden a una necesidad concreta: que la movilidad no sea un problema más que resolver.
La masculinidad ejecutiva contemporánea se define por su capacidad de elegir sin anclarse, de moverse sin cargar, de operar sin ruido. Hombres que no se atan a un solo vehículo no están renunciando al estatus; están redefiniéndolo.
Porque, al final, el poder más tangible no es el que se estaciona. Es el que sigue avanzando.


